21 de octubre de 2010

El sublime afán de procrastinar

“Le dicen usurpador del tiempo, pero otros creen, justificándose, que es lo contrario: un aliado de la productividad. Se trata de procrastinar.” Las dos frases anteriores las escribí hace como un mes y desde entonces decidí (inconscientemente) que era mejor poner en práctica el tema de este texto, que escribirlo. Procrastiné.

En efecto, cuando se trata de procrastinar esta nota es ejemplo de lo que eso significa: luego de 5 horas de investigación y lecturas; 3 horas pensando cómo hacerla más perfecta sin escribirla; 1 hora de discusión con colegas que me insistían en escribir esta nota desde hace semanas y con quien aproveché esos momentos para platicar sobre muchas otras cosas, incluyendo lo importante que sería escribir en este blog sobre el tema; luego de 40 minutos de escritura, 30 de edición y 15 de postproducción, y en general, 1 mes de procrastinación, aquí está, una brevísimas líneas (más o menos) sólo para hacerle un digno reconocimiento a esta loable práctica de posponer para después lo que se puede hacer ahora… haciendo muchas otras cosas que quizá nunca hubiera hecho.

Durante un mes he tenido un diálogo muy intenso para hacer esta entrada en el blog: “¿con qué frase empiezo que sea genial?”, “hay que investigar un poquito al menos”, “¡Uy! Ya me ganaron la entrada en el blog, ahora tengo que esperar unos días para no robarle el foro”, “¿cómo empiezo?”, “tengo cosas mucho más importantes qué hacer, en unos días lo hago”, “pero, ¿hacer esta entrada no es procrastinar respecto de otras cosas más relevantes?”, “mmm, ¿estoy procrastinando con otras cosas para evitar hacer esta entrada en el blog o hacer la entrada en el blog supone procrastinar respecto de otras actividades? Cuando tenga una respuesta, escribo sobre eso en el blog” “wow, este artículo sobre procrastinar en The New Yorker está buenísimo, lo tengo que leer y luego hago la entrada en el blog”, “es de Conocimiento útil, ¿no?, alguna cosa de utilidad tengo que ponerle”, “¡Me lleva! Dejé el avance del blog en la oficina (o en la casa y así sucesivamente)”, “acabo el Indicador y escribo el post”. Y así pasaron más o menos 4 o 5 semanas desde que surgió la idea inicial de escribir sobre el sublime afán de procrastinar.

Hay en general dos posiciones sobre esto de procrastinar. Están los que creen que es una pérdida de tiempo, una irresponsabilidad y una confirmación de la continuidad del letargo y puerilidad adolescente en la vida adulta. Y otros que creen que es un motor de la productividad: ¡Hago tantas otras cosas cuando no quiero hacer eso por lo que procrastino! Por tal de no hacer lo que debo hacer, me esmero en terminar o iniciar muchas otras actividades. La procrastinación puede ser estructurada, un síntoma inevitable de los perfeccionistas.

Luego de algunas de las lecturas hechas y de mis reflexiones, aproximo dos hipótesis sobre la procrastinación, que sumo a las posiciones y múltiples discusiones que ya existen sobre el tema:

  1. Los niños nunca, o casi nunca, procrastinan. Se trata más bien de un fenómeno que inicia, en forma, en la adolescencia y continua, con persistencia y ahínco, durante la edad adulta. Los niños no procastinan porque casi todo es juego para ellos y jamás se procrastina para jugar. Los adultos somos los héroes de la procrastinación.
  2. Los que hacen multitasking, o son, digamos, profesionales de las multitareas, son los más proclives a procrastinar. Y la razón es simple: hacer muchas cosas de forma simultánea es no hacer ninguna realmente, es una forma, muy peculiar, de posponer bajo la ingenua ilusión de que se esta avanzando. Y al mismo tiempo, quienes han desarrollado el multitasking están más alertas de todas las cosas que podrían estar haciendo en lugar de terminar lo que deberían concluir.

Bueno, creo que he dado ya material para que otros procrastinen ahora. Lean los textos que están en los hipervínculos de esta entrada y reflexionen, en compañía de sus colegas procrastinadotes sobre las profundas reflexiones que he aportado. Enhorabuena. Me detengo, antes de extenderme más y procrastinar respecto de otras tareas que apremian.

Procrastinatócratas del mundo, ¡Uníos!

Roberto C.

16 de octubre de 2010

Tercera llamada… ¡comenzamos!

Dos de los momentos más memorables de mi infancia están asociados con el teatro. Uno de ellos fue apreciar el vuelo de Peter Pan en la obra de teatro del mismo nombre. Sin merma de mi asombro, la emoción se repitió las tres veces que acudí a tal acontecimiento. El segundo momento lo recuerdo así: actúo en una obra preparada para el festival escolar de fin de cursos, con mi metro y centímetros de estatura y con un gran sombrero negro, representando, con regocijo, al malvado señor Platini, del cuento “La sombrera”, de la argentina María Elena Walsh.

Hace un par de semanas recordé estas sensaciones, cuando Antonio Crestani, actor, director y guionista, fue nuestro invitado especial en los Viernes de Conocimiento Útil, para hablar del teatro en México. A su faceta meramente artística, Crestani suma su experiencia como administrador de espacios culturales, formando un perfil singular de la escena nacional.

Tras subir el telón, Antonio, espléndido, nos embelesó con la lectura del monólogo de Segismundo que concluye el segundo acto de “La vida es sueño”, de Pedro Calderón de la Barca, la gran obra de la dramaturgia en español.













Ya enganchados en la puesta en escena, compartió con nosotros selectas reflexiones de reconocidos personajes del teatro (mexicano y mundial) sobre esta expresión artística, su naturaleza, sus enigmas, su magnetismo. Una de mis favoritas fue la de Luis de Tavira, director de escena mexicano: “El teatro nos recuerda que estamos vivos y que la vida puede ser intensa. La misión del actor es recordarle al espectador la hora de su muerte, es decir, es el arte que pulsa la existencia. Existir es saber que estamos en el tiempo y eso quiere decir que estamos en la finitud, que la vida dura un soplo, que hemos llegado aquí para vivirla con intensidad y toda voluntad de vivir perturba la serena beatitud de la nada.”

En el segundo acto, Antonio enlistó velozmente más de 100 recintos que presentan obras de teatro en la Ciudad de México, en una elegante forma de invitarnos a visitarlos, a vivir el riesgo de esa experiencia tan intensamente individual como esencialmente colectiva que es el teatro (José Luis Ibáñez dixit). Nos platicó también sobre la necesaria vocación que debe de tener cada recinto, para que los espectadores sepamos qué podemos encontrar en cada uno de ellos y disfrutar de la diversidad implícita: teatro experimental, clásico, musical, contemporáneo, para niños.

En el epílogo, los participantes de la sesión compartimos nuestras impresiones y planteamos algunas preguntas a Antonio Crestani: sobre el teatro para niños, la salud del teatro, la relación de éste con las celebridades de cine y televisión, la actividad teatral en los estados de la República, sus anécdotas e historias significativas. Las respuestas de nuestro invitado, con enfoque siempre claro, coronaron una tarde redonda.

Gracias a la generosidad de Eduardo B., desde ese mismo día tengo un flamante ejemplar de “La vida es sueño”. Y muy pronto regresaré a las butacas para recrear las vívidas sensaciones y cavilaciones que el teatro me ha causado, en distintas medidas, desde niña.

(Salen todos y cae el telón).

Bárbara C.

1 de octubre de 2010

Procrastinando

Los seguidores de "Conocimiento útil" continuamos esperando un artículo sobre la procrastinación, arte mayor que algunos cultivamos con maestría. Sabíamos que por razones obvias tardaría en publicarse, pero nos parece que ya es tiempo de que salga a la luz, así sea por partes. Seguramente podremos dejar para después su conclusión. Ánimo, procrastinadores del mundo, aquí aguardaremos ansiosos.