19 de junio de 2009

¿Quién se ha llevado nuestro interfón? Parte I

Llegas un jueves a tu oficina y te encuentras con la novedad de que el interfón, ese insulso aparatejo que permite comunicarse a quienes están afuera con quienes están adentro, ha desaparecido del lugar que ocupaba en la puerta principal de tu entrañable centro de trabajo.

Tratas de entender qué sucedió. Intuyes, perspicaz como eres, que se lo han robado, pero decides entrar al recinto y hacer algunas investigaciones antes de aventurar conclusiones. Adentro, ya hay un grupo de reflexión espontáneamente formado descifrando el misterio. Te unes y terminan por determinar que en efecto se trató de un robo, desaseado, sin duda, pues ni siquiera se llevaron la base que soporta el interfón.

Por salud mental y ante la imposibilidad de averiguar más, tú y tus experimentados colegas optan, en primera instancia, por la hipótesis de la delincuencia común, pero no descartan el compló, el ataque quirúrgicamente dirigido: desde la idea de un mensajero iracundo porque no se le abrió la puerta a las 7:30 am, hasta la premeditada intimidación a cargo de algún loco, pasando por la agresión de los acomedidos señores que desazolvan las coladeras de la cuadra, pidiendo una propina a cambio, entre otras. Pero, repito, optan por la hipótesis de la delincuencia común e incluso del simple vandalismo.

Actúan en consecuencia y proceden de inmediato a resolver el problema que significará dejar de contar con interfón en una oficina en donde el timbre suena durante toda la mañana y sólo calma su intensidad hacia las 5 de la tarde. Se coordinan velozmente para enfrentar el asunto. Acuerdan que tú hablaras con el técnico que ha arreglado en ocasiones anteriores el interfón y similares, y tratarás de que instale un aparato nuevo cuanto antes para volver a la normalidad.

Catalogas la llamada con el servicial proveedor como de aproximación y tanteo, para que, pese a la situación adversa, no te encajen el colmillo con una cotización leonina. Entonces, haces como que te urge, pero no te urge tanto… para que no se vaya de abuso el maistro. Agarra la onda el sir y ofrece acudir a la oficina el mismo día por la tarde, con adminículo en mano, para proceder a su instalación. Calcula el chiste en $1,500 por el trabajo completo. Haces como que estás negociando la paz en Medio Oriente, pero, dadas las circunstancias, terminas accediendo. “¡Oh, esto puede resolverse pronto!”, pensaste con cierta confianza. Veremos más adelante que cometiste un craso error al subestimar las implicaciones de la cuestión.

Continuará…

Bárbara C.

1 comentario:

Roberto C. dijo...

Otra hipótesis: se lo llevó un coleccionista de timbres que, cansado de la filatelia, se decidio por algo más intenso.

La segunda parte, ¡ya!