23 de junio de 2009

Voto nulo, voto de castigo

A dos semanas de la jornada electoral del 5 de julio, los ciudadanos tenemos todavía tiempo suficiente para formarnos una idea clara de quiénes compiten por el poder político y lo que representan. Dos semanas es tiempo de sobra para pensar y repensar las repercusiones de nuestro voto.
Podríamos revisar, por ejemplo, quiénes son los candidatos y qué propuestas tienen. Los ciudadanos descubriríamos que la trayectoria de un candidato es una forma extraordinaria de conocer si sus propuestas se sostienen, si han intentado llevarlas a efecto, si han empeñado su vida en ello, o si se trata sólo de vulgares promesas de campaña.
Otro aspecto a revisar es la calidad de las propuestas. Hay, como en muchos otros espacios de la vida, cosas que suenan bien pero que no es probable que ocurran. Y aunque en un sistema como el nuestro es tradicional ofrecer de más, el electorado puede y debe castigar con el voto a los candidatos que ofrecen más allá de lo que su cargo o facultades permiten.
Si de nuestro análisis resulta que candidatos y partidos se quedan cortos, las democracias, incluida la mexicana, tienen formas variadas para expresar el descontento ciudadano. La más frecuente es el llamado voto de castigo. Esta figura permite al elector cambiar la correlación de fuerzas en los congresos o reducir el poder de un partido político.
Una novedad de este proceso electoral es el buscar convertir el llamado “voto nulo” en voto de castigo. En esta estrategia convergen quienes están cansados de la clase política, aquellos a favor de las candidaturas independientes, y quienes deciden anular su voto por no encontrar candidatos o partidos que les convenzan. Quienes apoyan esta expresión ciudadana consideran que es posible castigar a los políticos en activo mediante un voto que no beneficie a partido político alguno.
Sin importar que elijamos hacer el 5 de julio, votar por un partido político, votar por varios, votar por el partido en el poder, votar por la oposición o hasta anular nuestro voto, no debemos olvidar que las democracias no funcionan sin la rendición de cuentas. Gane quien gane, los ciudadanos deberemos hacerle saber que aún sin nuestro voto, él o ella siguen trabajando para nosotros.
A los partidos les gustan los ciudadanos cada tres o seis años. Es momento de preguntarles qué tanto aceptarán a los ciudadanos de alta intensidad, aquellos que están presentes durante todo su mandato, aquellos que les escriben para exigirles cumplir sus promesas o dar resultados, aquellos ciudadanos que se saben organizar y que pueden proponer. Esos son los ciudadanos que harán sonar su voz en la elección, pero sobre todo a partir del lunes 6 de julio.

Eduardo B

1 comentario:

Bárbara C. dijo...

Interesante el péndulo del voto útil al voto nulo en sólo nueve años.