6 de julio de 2009

Victoria

Hace años que viajo a Ciudad Victoria. No lo hago con frecuencia pues las invitaciones no abundan y los boletos de avión a este destino son considerablemente altos. Como en el caso de muchos otros destinos nacionales abunda la frase de que es más barato volar a Miami o Houston. A ello se agrega que la ciudad se ubica en una formación que asemeja un pozo, y las condiciones de humedad amplifican los 35º centígrados al mediodía. Victoria es sinónimo de temperaturas altas y de la voluntad colonizadora de nuestros antepasados que decidieron fundarla al borde de un río por el que hoy no pasa demasiada agua y que coloquialmente se conoce como “Santas piedras”.
Pero la Ciudad Victoria de esta última visita tuvo algo diferente, muy diferente. No se trata de ese eje de aparente modernidad descrito por el triunvirato del franquicias, hoteles y plazas comerciales. No fue encontrarme con la infaltable sucursal del Applebee’s, el restaurante Tex-Mex que domina el norte del país y que despersonaliza con toda fuerza su auténtica comida regional. Algo más me inquietaba y no era el espejismo de modernidad de las ciudades intermedias. En la Ciudad Victoria de 2009 algo está pasando y eso que está pasando es un cambio profundo en la mentalidad de su gente.
La escena no deja lugar a dudas. Un diplomado sobre temas de reforma al sector público, una calurosa tarde-noche de viernes y un número importante de servidores públicos encargados de distintas áreas. No precisamente el cóctel que uno consideraría idóneo para cerrar la semana. Pero la discusión y el análisis fueron tan vigoroso que sin que mediara más que un refresco y algo más de café, nos alcanzó la noche y el módulo felizmente no terminaba. Aclaro que disfruto mucho poder participar como instructor o facilitador en educación continua. Pero la velada fue sencillamente extraordinaria.
Los más de 30 participantes estaban ávidos de respuestas (y llenos de inquietantes preguntas). Agudos y muy críticos convirtieron la tarde en una ocasión para repensar el gobierno, el desarrollo regional y la economía del conocimiento (con una muy apreciada cita al IEC de la FEP). No hubo sesgos generacionales ni jerárquicos. Estaban con ganas de entrarle en serio al asunto y lo hicieron con una energía que seguramente transformará estructuras y cambiará Tamaulipas .
Mi mayor epifanía fue descubrir que todos se sentían como ciudadanos con derechos plenos. Su discurso no surgía desde la lógica de gobierno, o desde el tono autoritario que baña muchas burocracias, sino desde la auténtica política pública, esa que integra a ciudadanos y autoridades en la solución de problemas comunes. En medio de los abrazos firmes y los agradecimientos sinceros nos llevamos todos la tarea del desarrollo regional del país, la obligación de pensar en nuevos polígonos de riqueza (Victoria está a dos horas y media del litoral, a otro tanto de la Huasteca y pegado a la sierra) y la convicción de que el país que anhelamos está a nuestro alcance. Fue una noche llena de auténticas victorias.
Eduardo B.

1 comentario:

MDC dijo...

Es bueno conocer tu percepción sobre lo que viviste en Tamaulipas. Las escenas que quedan lamentablemente siempre son las de violencia y debilitamiento institucional. La victoria es saber que hay un rayito de esperanza.