26 de agosto de 2009

Fauna (inerte) en mi oficina

Hoy volví a mi escritorio en el edificio Mond de la universidad después de dos semanas de ausencia por un seminario. En este inter, mi amiga y compañera de banca Bonnie terminó su tesis y dejó el Mond para mudarse a Londres. No estaba preparada para llegar a la oficina y encontrar su lugar vacío. No más libros sobre Freud, psiquiatría infantil y política pública hospitalaria en las repisas, no más calendario de Eddie Izzard en la pared, no más foto de Foucault o poster con el lema de la guerra 'Keep calm and carry on' en el corcho. En suma, no más Bonnie al lado para las complicidades del departamento, el té de media tarde o las cenas a media noche después de una jornada de escritura nocturna. Es el fin de una era en mi vida doctoral.

Consciente de lo efímero de la atmósfera en la que he vivido los últimos años, volví la mirada a mi propio espacio, a mi escritorio. Al curiosear todo lo que he ido almacenando, lo que más me llamó la atención, por supuesto, es la cantidad de fauna inerte que habita mi entorno. Sé que es forzar los parámetros colar esta entrada como parte del concurso sobre fauna en mi oficina. En primera, mi oficina, por el momento, no es DO 73; en segunda, mi fauna no gorjea, ni maúlla, ni cae del cielo; y en tercera, ya tenemos una foto ganadora (¡bienvenida, Gabriela R.!). Pero, si el foro me da licencia, aprovecharé la excusa para registrar algunas anécdotas de las pequeñas criaturas con las que coexisto: los colibríes.

Lo primero en lo que reparo es la máquina en la escribo estas líneas. Como imagen de escritorio encuentro la foto de un nido de colibrí. Y no cualquier nido. Este en particular fue recolectado en 1768 por el mismísimo capitán Cook en Río de Janeiro, la primera parada de su primer viaje. Hoy, el nido es exhibido en la sala 'Ilustración' del Museo Británico de Londres.

En seguida, a la izquierda de mi pantalla, encuentro un grabado ornitológico proveniente de la Histoire Naturelle, Générale et Particulière del conde de Buffon, publicada en París entre 1749 y 1788. Esta gigantesca obra, de donde surgen apelativos de colibríes llamativísimos, como por ejemplo 'joyas voladoras', me recuerda los orígenes de mi proyecto de investigación: la curiosidad de explorar la presencia de la naturaleza del Nuevo Mundo en las grandes enciclopedias francesas del XVIII.

A la derecha de la pantalla hay un hermoso recuerdo de casa: un alebrije oaxaqueño en forma de colibrí libando una flor que brota de un cactus. Esta joya es un regalo de mi amigo Agus, que lo trajo después de su viaje de graduación por la patria. Cada vez que pongo atención en la aparente contradicción de sus formas, en su estática acción, recuerdo el verdadero reto de investigar la historia de un fenómeno natural: el objeto de estudio es por definición esquivo y los rastros que deja siempre serán parciales, imperfectos. Pero claro, lo mismo aplica para cualquier objeto histórico. Basta pensar en el tipo de registros que nosotros mismos dejamos para la posteridad. ¿Qué tipo de historia se podría escribir sobre nosotros en cincuenta, cien años, con base en las pistas que habría disponibles?

Finalmente, llego a mi colibrí favorito, justo encima de la pantalla. Éste vive en un imán que dice, muy oportuno, 'Time to feed the hummingbirds'. El imán es parte de un kit para alimentar colibríes que llegó a mis manos en el Museo de Historia Natural de Nueva York. Además de los gratos recuerdos de viaje que me trae, el hambriento colibrí tiene una función esencial en mi escritorio. Es el guardián de mi misión: ¡terminar esa tesis! Alimentar a los colibríes, pues, es una metáfora de lo que debo hacer todos los días, sin falta, con inmensa paciencia y cariño. Así como el 'Keep calm and carry on' de Bonnie, el 'Time to feed the hummingbirds' le da sentido a la vida que, tan lejos de DO 73, parece prolongarse indefinidamente. Por suerte, el escritorio vacío de al lado me recuerda que nada es para siempre.

Iris M.




21 de agosto de 2009

Me acuerdo

Fue un grato descubrimiento. Un hallazgo literario que nos impulsó a echar a andar la memoria y evocar algunos tiempos idos. Nos topamos con un tal Joe Brainard, un artista plástico que en 1970 escribió “Me acuerdo”, libro publicado recientemente en español por la editorial Sexto Piso. Se trata de una remembranza, en textos breves, en su mayoría frases de una sola línea, sobre eventos y sensaciones de su vida. Un “mapa del alma”, le llamó Paul Auster. Para nosotros fue una evocación que nos contagió sin remedio.

Sin ánimo de hacerle un homenaje a Brainard, sino de compartir un pedazo de lo que nos conmovió, van a continuación algunos de nuestros “Me acuerdo” y un pretexo para invitarlos a compartir aquí los suyos.

Roberto C. y Bárbara C.

Aquí van algunos "Me acuerdo" de Roberto C.:

Me acuerdo que el primer gol que me metieron fue por distracción. Fiel a mis 4 años, prefería columpiarme en el travesaño a defender la portería.

Me acuerdo de mi primer día de escuela. Me aferré a la pierna de mi madre hasta que el hoyo negro que había en el salón me absorbió.

Me acuerdo que iba al cine Manacar con mi novia, pero no me acuerdo de ninguna de las películas que vimos.Cursiva

Me acuerdo del jardín de la casa de mi padre, de su fuente, sus árboles y de la lluvia, sobre todo de la lluvia

Me acuerdo que me enamoré de la enfermera de mi pediatra y siempre me pareció muy joven para ser la esposa del doctor.

Me acuerdo de los “domingos”, esa distante, sabia y abandonada manera de enseñarle a los niños a manejar dinero y ahorrar.

Me acuerdo que me gastaba mis “domingos” en chocolates, papas, y aviones y carros para armar marca Lodela.

Me acuerdo que en una subasta perdí, en una puja, una pintura de Brian Nissen, cuyo nombre ya no recuerdo.

Me acuerdo que un amigo me regaló “Limulus”, un libro con las fotos de las esculturas de Brian Nissen sobre ese animal prehistórico que aún vive y del que desde entonces soy fan.

Aquí van algunos "Me acuerdo" de Bárbara C.:

Me acuerdo de la primera vez que tomé refresco en bolsa de plástico con popote.

Me acuerdo de las “llaves” especiales que se utilizaban para aprovechar al máximo los residuos de los tubos de la pasta de dientes.

Me acuerdo de la sensación en la barriga cuando pasábamos por los altibajos de Calzada de Tlalpan rumbo al Centro.

Me acuerdo que quería ser bombera.

Me acuerdo de haber pedido decenas de veces que me leyeran “Aymeduele, el buen doctor”. Me provocaba inmensa alegría: “Viva Aymeduele, el doctor que cura cualquier dolor”.

Me acuerdo del engrudo que preparábamos en la escuela para hacer piñatas de barro en diciembre.

Me acuerdo de las bombas de chicle que hacía cuando jugaba en la segunda base.

Me acuerdo de la estampa de un perro salchicha que mi hermano y yo pegamos furtivamente en la guantera de nuestro Volskwagen naranja.

Me acuerdo que me sentía “grande” remojando las galletas María en mi vaso de leche fría, como lo hacía mi mamá en su café con leche.

Me acuerdo del plato con la imagen de Neil Armstrong en la Luna, que usaba para desayunar los fines de semana. Mi papá siempre me recordaba que el primero que había viajado al espacio exterior era Yuri Gagarin.

Me acuerdo de la mesa de la casa llena de vasitos de gelatina roja para mi fiesta de cumpleaños.

Me acuerdo del flúor sabor uva que me aplicaba el dentista. De cualquier modo, me daban ganas de vomitar.

Me acuerdo que cuando era niña me enfermaba más de la garganta que del estómago, pero me acuerdo más del nauseabundo Kaopectate que de las inyecciones de penicilina.

Me acuerdo que empecé a leer seriamente el periódico cuando se negociaba el Tratado de Libre Comercio. No entendía nada, pero me disciplinaba y leía todas las noticias y artículos completos sobre cualquier tema, me interesara o no.

PS. La editorial Sexto Piso lanzó una convocatoria para los mejores “Me acuerdo” por si alguien está interesado en participar.

19 de agosto de 2009

La sociedad para la difusión del conocimiento útil

Febrero 3, 1838. Sábado. El semanario de la "Sociedad para la difusión del conocimiento útil" publica en su portada a un orangután de la sociedad zoológica. El orangután viste elegante y está sentado en una silla de madera. El semanario, fotografiado aquí de forma clandestina en su resguardo de la colección del Museo Fitzwilliams, recoge lo que es una discusión airada de la época: el origen del hombre.

El debate continúa. Sobre el extraño debate, vale la pena ver una sátira periodística entre dos académicos, uno de la Universidad de Nueva York y otro, que por mínimo rigor intelectual no puede llamársele investigador científico --aunque está asociado al departamento de antropología de cierta universidad sureña--, al que se le ha ocurrido discernir entre los posibles orígenes del hombre: chimpancés u orangutanes. El reportaje también muestra los curiosos excesos de la vida intelectual de algunos académicos en los Estados Unidos.

Un caso más para "La sociedad para el conocimiento útil."

Eduardo B.

17 de agosto de 2009

Un precio justo por la libertad

Hace algunos años pensar que se podía realizar un examen para evitar que se vendieran plazas a los maestros resultaba cuando menos, poco creíble. Nuestra reacción inicial ante esta idea fue, como en muchos casos, el escepticismo.

Cuando finalmente se realizó el examen en 2008, buena parte de la discusión se concentró en los casos de Coahuila y Morelos, estados de la República que enfrentaron resistencias al examen.

El día de ayer, sin embargo, atestiguamos una historia muy distinta.

Treinta de las treinta y dos entidades federativas del país, y más de 120 mil aspirantes, acudieron a un examen con el propósito de elegir a los maestros de nuestros hijos e hijas, aceptando que sólo los mejores queden a cargo de las nuevas generaciones de mexicanos.

Construir una nación con base en el mérito no es algo sencillo. Se requiere de mucho esfuerzo para que un entramado de amistades, clientelismo y corrupción, vaya siendo reemplazado por un sistema basado en el talento y la capacidad de los mexicanos.

Quienes sean contratados sabrán que esa plaza les pertenece por mérito propio. Que no le deben nada a su compadre, ni a sus amigos, ni al gobierno. Que no se la deben a nadie más que a sí mismos. Los nuevos maestros serán dueños de su propio destino y también, responsables de la siguiente generación de mexicanos.

Todo maestro sabe que ser libre es motivo de un inmenso orgullo. Los nuevos maestros deberán saber también que su libertad tiene un precio: dotar a cada ciudadano mexicano de la educación de calidad que merece y que cada vez más está dispuesto a exigir.

Eduardo B.

15 de agosto de 2009

Los vecinos, ciudadanos muy activos


Es sábado por la noche. 200 ciudadanos han sido acreditados como observadores del concurso nacional para obtener una plaza en el magisterio mexicano. Han sumado fuerzas con más de 40 organizaciones sociales, padres de familia y ciudadanos en general. Se preparan para una buena jornada de observación el domingo. En la foto, un ciudadano es acreditado como observador.

No hay política sin organización social. Y nuestros vecinos, apoyados por amigos sinceros de su organización de la sociedad civil creada hace más de 10 años, han demostrado ser ciudadanos de alta intensidad, ciudadanos que aman su país y que quieren transformarlo. Es un gusto compartir la casa con ellos, nuestros vecinos, ciudadanos muy activos.

Eduardo B.

La foto ganadora del concurso de fotografía

Eran las 12.00 am del día 15 de agosto. Eramos tres las que seguíamos en DO. Caritas nerviosas y peinados raros. Teníamos mucho trabajo, y muchas ganas de reirnos. Nos quisimos mucho cuando las llamadas a casa aparecieron.... así estábamos cuando de pronto Pepe apareció. Me cayó del cielo (bueno del techo), así nomás, sin avisar.

Estuvo conmigo todo el tiempo, como si supiera que lo necesitaba. Solo movía sus antenas cuando escuchaba reir a Bárbara C. Saltó del teclado a una pila de post its cuando Ale B. subió la voz. Y en cuanto escuchó la propuesta de partir, comenzó a volar en circulos por la oficina...


Está dificil competir con la foto de Roberto C. Pero definitivamente estoy en el top 5.


Gabriela R.

4 de agosto de 2009

Mozart, el niño que vuelve a componer

Como si su capacidad creativa estuviera en duda, Mozart ha decidido volver a componer. Más bien ha compuesto más de lo que hasta ahora se creía. La Fundación Internacional Mozarteum ha dado a conocer dos "nuevas" piezas de piano de la autoría de un joven Mozart de menos de nueve años que hasta ahora se desconocía que eran de el. Análisis de caligrafía y otros de estilo indican, con casi 100% de certeza, que son obra de un pequeño Mozart que aún no sabía escribir música, pero ya podía componer.



Para transportarse al siglo XVIII, se puede escuchar un fragmento de ambas piezas musicales en la página de la Fundación Internacional Mozarteum.

Roberto C.

2 de agosto de 2009

De Free School Lane a Dulce Olivia


Una invitación a mirar el mundo desde otra perspectiva a 150 años de la publicación de "El origen de las especies" y a 200 del nacimiento de Charles Darwin. Una probadita de la exhibición "Endless Forms", aquí.

Eduardo B.