Conviví, en Houston, con curioso profesor de MIT, experto en transas. Sus estudios demuestran que aunque en toda sociedad hay demonios y santos, realmente son bien pocos los hombres blanco y negro. En la "honestidad", hay que entender los matices de gris. La mayor parte de los humanos intentan quedarse con un poquito más, o un muchito más, de lo que les corresponde.
Dan Ariely usa típico chiste para ilustrar la ceguera ante esta realidad. A Pepito lo pescan robándose un lápiz. Acongojados padres le explican a su hijo los múltiples castigos que va a sufrir. Finalmente enfadado padre le dice al niño: "no entiendo por qué haces esto. Si necesitas lápices sólo pídemelos y yo te traigo una docena de la oficina...".
El entorno afecta la prevalencia y profundidad de corrupción. El más machín y bribón conductor de Tijuana se vuelve sedita al cruzar frontera. El grado de transa varía, en toda sociedad, según estímulos e incentivos, no importando clase social o nivel de educación. Por ejemplo, un día Ariely colocó seis latas de Coca Cola en refrigeradores en diversos dormitorios estudiantiles. Son espacios para guardar comida y bebida personal (y no se permite tomar lo de otros). Pero Ariely descubrió que en todo dormitorio, entre los más educados del planeta, conviven multitud de vivales. ¿Pero a qué grado? Para medir Ariely luego colocó en cada refrigerador plato con seis billetes de un dólar. Ni uno desapareció, porque eso se percibiría como robar...
Esto fue lo suficientemente interesante para que siguiera generando un mapa del enorme espacio gris que yace entre la pequeña transa y el claro robo. Metió a estudiantes de Carnegie Mellon en un salón so pretexto de una prueba relámpago de matemáticas. Había que contestar 20 preguntas en cinco minutos. Cada pregunta correcta se pagaba con un dólar. Cuando los estudiantes se autocalificaban, y revisaba un maestro, la transa era mínima. Pero si se autocalificaban, tirando el cuestionario, y entregándole al profe sólo calificación, el grado de transa subía un poquito. Y si al principio del examen se le entregaba al estudiante sobre con 20 billetes de dólar, pidiéndole se autocalificara al final y devolviera un dólar por cada error... el grado de corrupción subía un poquito más.
Esto se volvió aun más interesante cuando Ariely sembró a un actor entre los estudiantes. Este sujeto recibía los $20 por adelantado y a los 30 segundos declaraba en voz alta que había acabado y que todas sus respuestas eran las correctas. Acto seguido preguntaba qué hacer. El maestro le decía: te puedes marchar... Sus atónitos compañeros sabían que: a) nadie podía responder a todo en cinco minutos, mucho menos 30 segundos, b) susodicho sujeto había cometido gran transa, c) se había salido con la suya. Lo interesante fue la reacción subsecuente del grupo. Si el transa llevaba puesta una camiseta de la escuela, y los estudiantes pensaban que era su compañero, el índice general de corrupción subía enormemente. Pero si el actor llevaba una camiseta de la escuela archirrival, entonces el índice general de corrupción bajaba notablemente. O sea, importa muchísimo si el que da ejemplo de transa es parte de tu grupo, o de un grupo que odias...
Precisamente porque la corrupción es, para casi todos, una escala gris, pequeños recordatorios o acciones o ejemplos pueden tener un enorme impacto. Ariely descubrió variables en el firmar una declaración de impuestos. Si la firma se daba al final los pequeños (o grandes) ajustes en cifras ya se habían fraguado. Pero si la persona leía de antemano las penas por falsedades y firmaba en primera hoja de la declaración, la recaudación promedio subía notablemente. Y si en la primera hoja también se planteaba la opción de donar, voluntariamente, $25 para investigar y castigar a quienes no pagaban impuestos honestamente, pues entonces la recaudación total se disparaba.
Ariely descubrió que los cursos de ética y grandes propuestas de reforma no sirven de nada. Es la conducta diaria, propia y de otros, es el pequeño recordatorio justo a tiempo, el que orilla una sociedad hacia ser más o menos honesta. Esto tiene implicaciones profundas para nuestra sociedad en este momento. Si observamos, pensamos o percibimos que la mayoría de nuestro gobierno, empresarios y/o vecinos son unos transas... puede crecer el lado gris oscuro rápidamente. Es esencial entender esto al subir impuestos mientras desaparecen empleos y caen salarios. Es bien peligroso permitir y tolerar notoria y notables exenciones. Si se percibe que Televisa y varios otros pagan una bicoca, o que los impuestos se los clava un partido, sindicato, empresario o político, se pierde legitimidad y se generaliza furia. Y si empresarios ven que compinches se salen con la suya, pos aumenta la tentación de transar. Es en este contexto que habría que analizar las declaraciones de Calderón de que los grandes "deberían pagar" y la subsecuente decisión de que los grandes sólo paguen el 25% de lo que adeudan del 2004 a la fecha...
Juan Enríquez Cabot
Reforma 9 de noviembre de 2009
4 comentarios:
Excelente aportación. Salvo por la sintaxis, parece escrito por Eduardo B.
Más evidencia de que las transas y la corrupción es un asunto de incentivos y contextos, y no necesariamente de valores. Y también que los valores, incluido el de la honestidad, se van construyendo con la práctica cotidiana durante largos periodos de tiempo.
La mano de Thierry Henry en el partido contra Irlanda, que clasificó a Francia al Mundial de Fútbol de Sudáfrica 2010, hace un par de días, ha desatado una andanada de comentarios sobre los premios y castigos para el tramposo (aunque parezca ser un "accidente"), el papel del árbitro, de los jugadores, del regulador y de observadores externos (medios, opinión pública, enardecidos aficionados). Será interesante seguir el desenlace.
La página de Daniel Ariely está muy interesante: http://web.mit.edu/ariely/www/MIT/.
Sus estudios han estado enfocados a considerar la irracionalidad en los modelos económicos.
Dando la nota personal, él sufrió durante 3 años tratamientos muy dolorosos por quemaduras. Como no tenía mucho que hacer, se puso a pensar en la "racionalidad - irracionalidad" de sus enfermeras en la aplicación de tratamientos y el dolor.
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